CAPITULO IV

4.  LA ILLUSIO DEL CARNAVAL  - (CONCLUSIONES)

          Vestido de negro como se acostumbra la noche del último día del  carnaval, esperaba en una esquina de la Plaza de la Candelaria que se iniciara el desfile final del Diablo y del Calabazo; tenía la máscara que había usado todas las noches, pero ahora sus cintas antes festivas, semejaban lágrimas;  inesperadamente emergió una figura cubierta con una gran capa negra y capucha: - hemos considerado que nos ayudes a cargar el Calabazo, me dijo… -es un honor alcancé a balbucear…. Cargué el calabazo recorriendo las plazas, observando los rostros de tristeza de la multitud agolpada a lado y lado; una vez concluida la ceremonia de entierro del calabazo, caminé por los alrededores, desorientado, mientras leían el testamento y la despedida e iniciaban  la quema del diablo. Pude ver como lo consumían las llamas  en el televisor de una cantina solitaria, transmitido en directo por la televisión local.

          Uno de los relatos recogido  en las distintas entrevistas cuenta de un Matachín conocido como  “Chuchuy”, vendedor o repartidor de pan, que aparecía disfrazado en cualquier ocasión con motivo patrio  como  el 20 de julio, o  religioso como el Día de la Virgen de la  Candelaria o cualquier día por que si o porque no, o porque Mejía había ganado la Maratón de San Silvestre. Creía Plenamente en la República Carnavalera y se expresaba como en el carnaval había aprendido. A su funeral los matachines entraron disfrazados  a la iglesia y disfrazados  realizaron el cortejo fúnebre, como ha sido el caso de muchos otros,  para asombro de las realidades maravillosas.     

          La República Carnavalera, los Matachines, el pueblo carnavalero tienen su momento  de luto y de tristeza, el día que acaba la tregua y hay que regresar a las posiciones en el campo, dejando latentes las del contracampo hasta dentro de dos años cuando se celebre el próximo carnaval. Ese día se lleva en andas un calabazo de guarapo rodeado de velas y de flores  que hace el mismo recorrido que hizo el diablo cuando llegó a inaugurar la época de la alegría, disfrazados de muerte, cargan el calabazo , mientras la familia del carnaval llora desconsolada , todos vestidos de negro subiendo y bajando las calles del pueblo  mientras la multitud también llora y se lamenta cantando el himno del carnaval, ahora convertido en réquiem  por el diablo que será quemado y el guarapo enterrado. Los dignatarios de la República Carnavalera decretan entonces el final, la multitud se desvanece, ventas ambulantes y provisionales son desmontadas y cuando llega la alborada, sin alborada,   Las plazas de Riosucio están desiertas, mientas lentamente los agentes sociales  reinician la reubicación en el campo, a  la rutina de sus trabajos y de sus vidas, hasta dentro de dos años.  Aunque, secretamente dentro de esas rutinas está la grata de pensar e iniciar  el próximo CARNAVAL. “El carnaval ha muerto, viva el carnaval”

“(…) Su verdadera naturaleza  es la expresión de la plenitud contradictoria y dual de la vida, que contiene La negación y a la destrucción (muerte de lo antiguo) consideradas como una fase indispensable, inseparable de la afirmación, del nacimiento de algo nuevo  y mejor. En este sentido, el sustrato material y corporal de la imagen grotesca (alimento, vino, virilidad y órganos corporales) adquiere un carácter  profundamente positivo. El principio material y  corporal triunfa así a través de la exuberancia.  [1]

 

               “La illusio no pertenece al orden de los principios explícitos, de las tesis que se plantean y se defienden, sino a la acción, la rutina, las cosas que se hacen, y se hacen porque se hacen y porque siempre se han hecho así. Todos los que están implicados en el campo, partidarios de la ortodoxia o la heterodoxia, comparten la adhesión tácita a la misma dóxa que posibilita su competencia  y asigna ésta su límite (el hereje no es más que un creyente que predica la vuelta formas de fe más puras): esa dóxa prohíbe, de hecho, cuestionar los principios de la creencia, lo que pondría en peligro la existencia misma del campo. A los planteamientos sobre las razones de la pertenencia y la implicación visceral en el juego los participantes nada tienen que responder, en definitiva, y los principios que cabe invocar en un caso semejante no son más que racionalizaciones post festum para justificar, tanto ante sí mismo como ante los demás, una inversión injustificable.” [2]

               Pero esta creencia en el carnaval y su intención de continuarla , el número de cuadrillas por ejemplo tiende a aumentar , o a conservarse , el año dos mil tres contó con 27 cuadrillas, el de 1987 tenía 23.El tiempo del Carnaval va mucho más allá de los  6 días tiempo del carnaval, sino los ocho meses o el año dedicados a crear las cuadrillas , y todo el tiempo dedicado a prepararse para el carnaval , la pintura de las casas , etc, etc. ,pero como esto a generado esquemas principios , habitus en los riosuceños?

Podemos señalar al menos las siguientes características que pueden dar indicios de la creencia en el juego por parte de los riosuceños

Dentro de la “Cátedra Riosuceña”, programa impulsado por la alcaldía municipal, en el año dedicado a los escritores la lista que ofrece, seguramente incompleta , de poetas  asciende a  48, la de cuentistas a 12, la de novelistas a 8, la de ensayistas a  13,  la de dramaturgos  a7 , para una lista de aproximadamente cien  personas , que fundamentalmente escriben o componen , y por los alrededores pueden encontrarse los músicos, intérpretes y compositores y los artistas, Pintura, Dibujo, Danza, y quizá no se están incluyendo en esta lista la inagotable fuente de tradición oral , transmitida por el rito carnaval, y por la tradición en las diferentes y demás potencialidades creativas  de las comunidades indígenas [3] …..

          Es decir que el efecto de los agentes carnavaleros  inculcadores de habitus, no se circunscribe al campo del carnaval o contracampo sino que trasciende al campo, en donde los agentes actúan de acuerdo a esas disposiciones interiorizadas.

La convicción de las jóvenes  indígenas que entreviste, la del representante de la barra de los treinta , la decisión, compromiso  y claridad de los miembros de la Junta del Carnaval en cuanto a su misión, el respeto con que los jóvenes miran el carnaval y su perspectiva futura de participar en él

Las respuestas de las profesoras y directoras de cuadrillas infantiles, veterana matachines del carnaval,  la alegría que a todos inspira el diablo del carnaval……

“Todo campo social, sea el campo científico, el campo artístico, el campo burocrático o el campo político, tiende a conseguir de quienes entran en él que tengan esta relación con el campo que llamo illusio. Pueden querer trastocar las relaciones de fuerza en ese campo, pero, precisamente por ello, conceden reconocimiento a los envites, no son indiferentes. Querer hacer la revolución en un campo significa admitir lo esencial de lo que está tácitamente exigido por este campo, concretamente que es importante, que lo que en él se juega es suficientemente importante como para se tengan ganas de hacer la revolución en él.”  
…la illusio que es a la vez  condición y fruto del funcionamiento del campo….” [4]

    Hay aquí un pueblo carnavalero reunido alrededor de  una figura de alegría y  de tregua, liderados por los matachines,  cimentado en las cuadrillas, nucleado en barras y caravanas y guardado en la memoria de todos los que han participado alguna vez en el o todas las veces de su vida , y que ha venido transmitiéndose por muchas generaciones, y que comienza a tener un relevo en los jóvenes matachines que han comenzado a integrarse a la tarea de continuar con el carnaval continuando sus tradiciones con las renovaciones que ha traído la modernidad. 

Todos ellos creen en el carnaval, lo consideran un factor de identidad y desde donde estén lo recuerdan y cuando pasan muchos años y vuelven  se lamentan de haberse perdido los anteriores….y en todos ellos los agentes carnavaleros han inculcado ante todo el sentido de la alegría y la fraternidad….

          Quizá uno de los aspectos que pueden pasar desapercibidos en las apreciaciones sobre el carnaval es que va mucho más allá de los días de fiesta en los que se hace explícita en su esplendor y jolgorio, No solo son  los cinco días de cada Carnaval, tiempo de tregua y de alegría…..sino el tiempo que hay entre carnaval y carnaval , donde se gesta y se va constituyendo , tiempo que da lugar a relaciones especificas entre los actores sociales como  la cuadrilla , la barra,  etc , donde se generan formas de actuar , estructuras , acción y sentido practico “que son duraderos y se han venido gestando y desarrollando desde los orígenes del carnaval , sufriendo las transformaciones de las épocas, las tecnologías etc. 

          Al estudiar el carnaval visto como un agente inculcador de habitus he encontrado por ejemplo que los jóvenes todavía conservan un gran respeto y admiración por el carnaval y que esto s debe a una larga tradición que ha sido cultivada y transformada  durante más de un siglo, en que se ha transmitido en la familia y en la escuela, el hecho mismo del Carnaval los seis días de alegría y jolgorio, de critica y autocrítica, y especialmente de tolerancia , la “capacidad” de aceptar a los demás   en el espacio de la fiesta.

          Me había centrado en considerar que el carnaval inculcaba un especie de habitus de la convivencia, pero se me convirtió en habitus de tolerancia y de alegría, del mundo al revés ridiculizando un mundo ridículo……, pero también espacio de libertar ganada, alcanzada por la imposición de la tradición desde los primeros tambores negros que rasgaron la noche de la invasión llamada descubrimiento y conquista y las chirimías y las mil variedades de instrumentos de los habitantes de estas regiones  invadieron las iglesias y trasformaron las fiestas religiosas en una miztura que generó en sincretismo- y al fiesta entonces aparece como espacio ganado por la masa para recuperar y ejercer su alegría temporalmente, con la esperanza permanece de renovación, lo que desde otro punto de vista puede verse como el circo para el pan, una forma de mantener funcionado la sociedad, una válvula de escape para evitar una explosión.

          De manera que en este espacio de la fiesta, como puede comprobarse en Riosucio, como un caso  particular de los posibles, se expresa, se manifiesta la libertad de todos para ejercer la alegría y la tolerancia, pero para lograrlo se ha necesitado un largo proceso de “inculación”, que fuera de la fiesta misma implica, los grupos que se conforman para crear una Cuadrilla, la labor empecinada y a veces dificultosa de los dignatarios de la Republica Carnavalera, La Junta del Carnaval,  el trabajo de los unos y los otros para la creación de disfraces , creación de letras y musicalización, decretos y preparaciones previas, la tradición transmitida de padres a hijos y cuadrilleros a cuadrilleros ., así como de maestros que son carnavaleros y comprenden la importancia de la fiesta para la supervivencia humana.   Algo que no se logra de la noche a la mañana.

          Y detrás de todo esto un personaje creado por la imaginación colectiva que tiene como función fundamental vigilar que los carnavaleros no quiebren las “normas” del carnaval, es decir la tolerancia, tolerar la burla y la borrachera, burlar y ser burlado, evitar e impedir la agresión,  la alegría, la hospitalidad,  la convivencia pacifica disfrácese de lo que se disfrace y búrlese de quién  se burle….



[1] BAJTIN Mijail, La Cultura Popular en la Edad Media y en el Renacimiento, Madrid: Alianza Editorial, 1998 p´g. 62

[2]   Op. Cit. Pág.  136

[3] ver : Bueno R.,  Julián,  Creencias del occidente caldense , Manizales, 1988

[4] Pierre Bourdieu, RAZONES PRÁCTICAS. Sobre la teoría de la acción. Editorial Anagrama. Barcelona 1997  Pág. 141- 143

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LAS MASCARAS DEL DIABLO