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LAS MASCARAS DEL DIABLO

3.4 LA BARRA

          Una soleada tarde de lunes de carnaval, regresando de almorzar vi a lo lejos pasar un desfile de personas disfrazadas, con los Matachines y el abanderado al frente, sin pensarlo corrí a mi refugio de esos días,  para ponerme la máscara.  Los alcancé quedando en medio de los dignatarios de la Republica Carnavalera:   el presidente, la alcaldesa, su cortejo y detrás de ellos los toreros bufones , el torero gallina y su cuadrilla, vitoreado por las gentes que iban  o los veían pasar rumbo a las “Arenas del Ingrumá”,  para iniciar el “Toreo popular” , popularmente conocido como corralejas…ahí estaba,  frente a la entrada del circo construido de madera y guadua,  con una de las Matachines diciéndome que entrara con ellos;  entré pero el viento levanto una polvareda,  todo mi espíritu anti- fiesta brava se reveló y ofreciéndole una disculpa a mi anfitriona,  me retiré del circo.

          Aunque nunca pregunté por ellas, las corralejas siempre aparecieron como por arte de magia. Su momento culminante y su imposición definitiva ocurrió cuando todos los niños a quienes pedimos que dibujaran lo que más les gustaba del carnaval dibujaron las corralejas. Seis de sus pinturas me han acompañado permanentemente, colgadas de las paredes de mi estudio, mientras termino de redactar estas conclusiones, insistiéndome con sus representaciones llenas de colorido en que tenga en cuenta esta parte del carnaval que tiene que ver con la diversión, con el mundo al revés, con el valor…  la osadía… la creatividad…

          Pero, paradoja de la vida que siempre me lleva a encontrarme con la televisión, pude disfrutar de la transmisión de “Ingrumá tv , interrumpida y accidentada  pero que permitía ver la acción de la corraleja , sentado en la cómoda sala de unos amigos.

          Ahora reflexionado sobre las entrevistas, y la aparición de las corralejas en las charlas con lugareños en mis diferentes visitas dentro de la investigación, encuentro que las corralejas son, como las cuadrillas agentes inculcadores de habitus.  

          La clave de todo esto la puso sobre la mesa la entrevista con un integrante fundador de la Barra de los Treinta, esta  barra fue y es la forma de agrupación a través de la cual medió su relación con el carnaval:   las corralejas,  por vivir cerca a la galería y al sitio donde edificaban,  para las carnestolendas,   la plaza de toros. No fue la famita carnavalera, porque ellos no participaban de eso, ni la cuadrilla,  fue la barra.

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          De alguna manera como  la cuadrilla,  hacen  su representación , no usan disfraz propiamente, una camiseta o poncho,  pero si capotes y muletas para participar en el toreo popular,   la oportunidad para mostrar el valor al enfrentar al toro; a diferencia de otras faenas : muchos toros mucha gente corriendo por las calles de San Fermín , o un toro una cuadrilla y un torero; en El toreo popular de Riosucio es mucha gente y un solo toro en el circo,  enloquecido tratando de correr a todos,  o al que sea , a veces los gritos anuncian que un hombre sale volando por los aires y resulta que es un muñeco, otra veces es una persona de verdad……

          En la barra se pueden contar esas cosas, después de cada corraleja se tiene de que hablar y se puede comprobar con cicatrices o lesiones que pueden impedir que vuelvan a la corraleja, pero que les da asiento en las barras.

El concepto de “barra” puede entenderse en términos amplios, siguiendo la caracterización general que hace Jaime Eduardo Jaramillo [1] , como una organización informal, conformada generalmente por jóvenes entre los 12 y los 23 años. “Cuando un miembro de estas asociaciones se casa o se vincula a un trabajo, hace su transición a la vida adulta y se retira del grupo”.

          Las barras,  en Riosucio surgen alrededor del carnaval, específicamente como grupo de jóvenes que interactúan y mantienen viva su asociación,  entre carnaval y carnaval, pero concentrados en un aspecto especifico: las Corralejas  en realidad con estas características solo queda la de los 30.

          A diferencia de las organizaciones informales estudiadas en Bogotá, en la barra  mientras no se case, pueden seguir siendo miembros de ella aunque tengan cuarenta años y estén en lugares diferentes a Riosucio.

          Esta barra de los treinta , que puede decirse además que está cumpliendo 30 años de existencia con algunos de sus fundadores que la iniciaron  cuando tenían entre  nueve y quince años. Ellos se vincularon al carnaval no por herencia familiar o matachinesca, como sucede con las cuadrillas generalmente, sino por proximidad al circo de toros,  por ser vecinos de la galería, la plaza de mercado,  la parte más baja del pueblo tanto topográficamente como socialmente, así lo expresa el  entrevistado central para esta caracterización de la barra. (Beto2)

..en Riosucio hay tres sectores más o menos, hemos convivido de una manera distinta a lo que es el pueblo en si… si usted va a los parques de arriba  o a muchos barrios y la gente es  bien educada,  gente de caché, gente que escasamente sabe quien es el vecino, nosotros no,  nosotros nacimos y nos criamos en una especie de gaminería, en la parte baja del pueblo…”

          Algo que comenzó como un juego de niños con el tiempo se convirtió en la barra, con sus códigos y sus exigencias, el que se casa deja de pertenecer , el que pertenece debe tener la suficiente valentía para enfrentarse a los toros y comprobarlo orgullosamente con las cicatrices que dejan estos enfrentamientos y que son como trofeos y garantía de permanencia con el grupo

“nosotros pelados de nueve años jugábamos en la cancha y como siempre jugábamos 15 y 15,  así nos quedamos, bajo una apuesta de gaseosa, así jugábamos los treinta contra otros combos, entonces ya en los carnavales nos identificábamos como la barra de los treinta, con la escarapela,  ya nos daban la entrada a eventos de toros, donde siempre nos metemos al ruedo, yo tengo mis cicatrices, es que tiene uno que hacerse revolcar”.

          Por otra parte, la Barra de los 30, que mantiene actividades durante todo el año, entre las que se encuentra  ir a corralejas de otros pueblos, como Supía, a torear los toros de allá, tiene una constante preocupación por aportar al carnaval y lo ha manifestado especialmente con la creación de una diabla, asunto apócrifo para los matachines y carnavaleros más tradicionales, pero de gran arraigo entre el pueblo, con una trayectoria de 6 carnavales, es decir doce años. No tiene pretensiones de orígenes míticos, pero bien podría ser la tierra madre, la divinidad indígena o tener sus ancestros en esas tradiciones.

“Nosotros vivimos unidos todo el año, por ejemplo ahora las fiestas de Supía -de la colación,  quisieron hacer corraleja, y nos invitaron a los de la barra de la treinta, para ir a las dos corralejas, allá nos pagaron el carro,  nos dieron tres galones de guarapo y nos dieron una platica, y nos han seguido invitando, nos invitan para eso,  porque la gente de Supía no esta acostumbrada a la corraleja a metérsele a los toros,”

   En entrevistas espontaneas de las cuales no guardo registros más que en mi memoria, un joven entusiastamente me narraba como llevaba a sus sobrinos a las corralejas, para lo que alquilaba o compraba un “palco”  (en una galería de madera, plaza de toros de madera o, plaza de toros portátil….   Y desde allí veían como la gente se le lanzaba al torete, en una especie de ritual en que aunque el toro está acorralado frente a tanto torero , sus embestidas hacen huir y volver hasta que muchos salen heridos , entonces me contó como amarraba a los niños al palco para que no fueran al dar al ruedo ….  

  No todos los agentes inculcadores son para todos, ni funcionan de la misma manera para todos. Las barras surgen como expresión popular, como organización, que crea lazos e inculca  habitus.  

3.5 EL PUEBLO CARNAVALERO

          Durante todas las noches de carnaval, y en todos los carnavales a los que he asistido  siempre sentí la integración, el contacto con el otro, en los actos rituales y en la programación adicional del  carnaval. Pero ese otro es el pueblo carnavalero. Rumbeando por todas partes, con mi máscara puesta, he tenido interlocutores de todas las edades y de todos los niveles y con todos niveles de comunicación que no se logran fácilmente en otro tipo de interacciones.

M:… a mi si me gustaría llegar algún día a disfrazarme porque… cuando uno se disfraza en el carnaval representa el amor que uno siente por el pueblo..y la alegría y todo eso,  en las ganas pues de sacar  el carnaval, que todo salga bien y más que todo cuando es de la comunidad,  que uno dice, no , que la comunidad tiene que salir la mejor, …entonces si me gustaría disfrazarme….

          El carnaval no acaba con la miseria, vi muchos niños recogiendo   las latas de cerveza que los adultos en pleno jolgorio tiraban, , para venderlas por centavos,   pero el carnaval se constituye en un tiempo y un espacio diferentes, para ejercer la alegría y la libertad para reír y gozar… y amar.  El pueblo carnavalero tiene el carnaval como ritual de consumación de la República Carnavalera, pleno ejercicio de los derechos carnavaleros, expresión de libertad.

 



[1] Jaramillo, Jaime Eduardo  “Formas de sociabilidad y construcción de identidad en el campo urbano-popular”, en :   Martín barberop y Lopes de la Roche (eds) Cultura medios y sociedad. CES Unive3rsidad Nacional de Colombia Bogotá, 1998. Pág. 202