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LAS MASCARAS DEL DIABLO

2.2 El contracampo: La republica carnavalera

«La comicidad medieval no es una concepción subjetiva, individual y biológica de la continuidad de la vida; es una concepción social y universal. El hombre concibe la continuidad de la vida en las plazas públicas, mezclado con la muchedumbre en el carnaval, donde su cuerpo entra en contacto con los cuerpos de otras personas de toda edad y condición; se siente partícipe de un pueblo en constante crecimiento y renovación. De allí que la comicidad de la fiesta popular contenga un elementos de victoria no sólo sobre el miedo que inspiran los horrores del más allá, las cosas sagradas y la muerte, sino también sobre el miedo que infunden el poder, los monarcas terrenales, la aristocracia y las fuerzas opresoras y limitadoras.” (Bajtim Pág.87)

          Ahora que volvía al Carnaval, después de muchos años,  mientras me bañaba, afeitaba y me vestía,  como hice todas las noches que dura, ajustándome una máscara que mágicamente había llegado  a mi rostro, para dar la bienvenida a su excelencia, me veía  haciendo un rito perpetuado desde la primera vez que vine,  que siempre he estado en el carnaval y que a él estoy ligado plenamente; salí apresurado buscando por donde iba el diablo y me integré a su escolta agarrado de la mano con las personas que rodeaban el carro formando una cadena y abriendo paso a Su Majestad;  la mano masculina a la que aferraba la mía, no me era desconocida, ya en otros carnavales nos habíamos unido para formar la cadena en el lento pero animado desfile  hasta llegar  a la Plaza de San Sebastián; entonces  los Matachines designados  hicieron  los actos rituales  de saludo Al Gran Satán Fuego, y la lectura del Bando del Carnaval, la fiesta oficialmente comenzó y yo infatigable recorrí las dos plazas bailando y libando con todos los que se me cruzaban por el camino,  pletóricos de dicha  porque iniciábamos el carnaval, no paré de bailar y deambular por todas partes protegido por mi máscara, hasta antes de la alborada, cuando me fui a reposar un poco, …

                   

               Me gusta este carnaval pues  puedo llegar y vivirlo anónimamente,  intercambiado con todos,  detrás de un antifaz,  de un disfraz, de una máscara o simplemente de unos antojos para sol. Este carnaval que toma  toda la extensión del territorio de la ciudad  como su espacio, que

“…ignora toda distinción entre actores y espectadores. También ignora la escena, incluso en su forma embrionaria. Ya que una escena destruiría el carnaval (e inversamente, la destrucción del escenario  destruiría el espectáculo teatral). Los espectadores no asisten al carnaval, sino que lo viven, ya que el carnaval esta hecho para todo el pueblo” [1] .

          El tiempo de la unión y la reconciliación, el tiempo de la alegría y la fraternidad está fijado en el calendario riosuceño para el primer viernes de enero de los años impares y  durante los últimos 50 años se ha celebrado ininterrumpidamente.  Aún si no son claros y precisos  el origen y la  fecha y estén perdidos entre las tradiciones indígenas y las traídas por españoles y africanos, sirviendo de alimento a los investigadores carnavaleros para edificar sus teorías originarías contrapuestas, con perdón de los señores;  a quienes reconozco haber sabido, como parte de su habitus carnavalero, contar y escribir  la historia del carnaval, reconstruirla, interpretarla, sacarla de las memorias y de los baúles, recopilarla de las letras impresas por las cuadrillas, de los artículos de los periódicos,  de las tradiciones orales. Tienen razón quienes dicen que  es un pueblo que tiene conciencia de su historia y ha ido a buscarla hasta más allá de los hechos de la conquista y colonia lo que implica más de  cinco siglos;  pero sin lugar a equivocarnos podemos decir que es una fiesta que se ha cultivado los últimos ciento cincuenta años lo que compromete al menos seis generaciones. 

   Las carnestolendas son  un tiempo y un espacio, que rememoran  un ancestral deseo que provine tal vez de nuestras más recónditas raíces, el de ser felices, el de estar alegres y reír….reírnos de todo, de todos y de si mismos… en una risa que purifica porque se dirige  a la inteligencia y nos permite conocer y concebir el mundo desde otra perspectiva.  La fiesta hace parte esencial de la vida de las mujeres y de los hombres del mundo,  como conquista de los pueblos para acceder a periodos de alegría y fraternidad que la rutina trata de sepultar el medio de sus avatares, sus afanes sus presiones, sus plazos, sus frustraciones, sus injusticias, sus preferencias, sus exigencias...

“Las festividades…son una forma primordial determinante de la civilización humana. No hace falta considerarlas  ni explicarlas como un producto de las de las condiciones y objetivos prácticos  del trabajo colectivo, o interpretación más vulgar aún,  de la necesidad biológica (fisiológica) de descanso periódico. Las festividades siempre han tenido un contenido esencial, un sentido profundo, han expresado siempre una concepción del mundo. ….Su sanción debe emanar no del mundo de los medios y condiciones indispensables, sino del mundo de los objetivos superiores de la existencia humana, es decir el mundo de los ideales, Sin esto, no existe clima de fiesta.” [2]

    A lo largo y ancho de Colombia existen fiestas que contadas en simultaneidad puede llegar  a tres mil  o más durante el año como ha concertado el historiador Marcos   González en sus estudios. Dentro de estas fiestas subsisten carnavales conocidos y desconocidos, de tradición centenaria,  o creados en los de las últimas décadas.

          El Carnaval del Diablo  es una creación del conjunto de la sociedad Riosuceña y  capital simbólico- capital cultural de altísimo valor, del que todo el pueblo es poseedor. Es una creación social en constante movimiento y cambio que interactúa con su contexto contribuyendo a transformar la sociedad de la que es producto.             

                    “[…] Su verdadera naturaleza  es la expresión de la plenitud contradictoria y dual de la vida, que contiene La negación y a la destrucción (muerte de lo antiguo) consideradas como una fase indispensable, inseparable de la afirmación, del nacimiento de algo nuevo  y mejor. En este sentido, el sustrato material y corporal de la imagen grotesca (alimento, vino, virilidad y órganos corporales) adquiere un carácter  profundamente positivo. El principio material y  corporal triunfa así a través de la exuberancia.” [3]  

          Permite ver el mundo o   representarlo desde una  perspectiva diferente a la “oficial” o comúnmente   aceptado.  Concebirlo y conocerlo a través de la risa. Es el espacio para la reconciliación no para la lucha (el contracampo)

El encuentro de las familias, de  los amigos etc.…

 “… la  alegría que uno siente , en esa  época  del carnaval,  no nunca , en   ninguna época del año se siente, ni en  diciembre , o sea diciembre no es tan así , tan chévere como es carnavales , es que en carnavales se reúne toda esa familia, o sea todo ese montón de gente, usted la ve la saluda, el  hecho de estar con todos uff, mis tías de estados unidos han venido  varias veces al carnaval,  y solo  vienen a eso,…(Joven 20 años – vive en Bogotá)

          Al tratar de interpretar el carnaval desde las categorías bourdieusianas, parto también de romper con lo que pudiera llamarse una interpretación positivista del mismo,  en el sentido de verlo como una manipulación social, un  evento con una funcionalidad especifica, con  un “interés” conciente y directo , pero en cambio si producto de unas condiciones objetivas y unas características culturales especiales. Es posible que la fiesta, el carnaval en este caso, sea una manipulación de la iglesia o de un grupo social. Pero eso no ocurre de manera inmediata y directa, tiene profundos procesos de mediación.

          Ya hemos visto como en esta región de Colombia desde siempre se ha dado una constante mixtura, hibridación, sincretismo, lo interesante  del carnaval es que reúne, sintetiza, híbrida, las formas como cada una estas culturas establecen tiempo para la alegría, la comunidad, la alabanza,  para reír y divertirse, para celebrar. Los unos aportaron la chicha y el símbolo de indígena de  la alegría, otros los matachines,  otros las máscaras y disfraces, cada uno sus músicas e instrumentos  y crearon un tiempo, un espacio y unos ritos para convivir en armonía y ser felices,  lo contrario de la vida cotidiana,  de las luchas para mantener las posiciones en el campo, el contracampo o el campo al revés.

          Contracampo cuyo valor esencial radica en posibilitar que temporalmente las relaciones establecidas en el campo  social desaparezcan, para dar paso a otras que incluso pueden invertir la posición que se ocupa en el campo, un ejemplo de ellos es el abanderado  y otro es Tatinez, quienes en su vida cotidiana están en una posición débil, pero en el contracampo tienen prestigio y poder; como ellos, muchos pueden cambiar de posición cuando están en el carnaval.  

  De tal manera que este contracampo se configuró como Republica Carnavalera, parodia de la república real, con presidente alcalde y ministros, republica que vive latente en diversas formas, matachines , cuadrillas , barras, para expresarse plenamente en el tiempo del carnaval, Las características de esta República Carnavalera son: Espacio y tiempo para  la ALEGRIA,   la felicidad, la risa  como otra forma de concepción, conocimiento y vivencia del mundo;   Espacio y tiempo para la tregua. Para lograr la alegría hay que aplazar los odios y deponer las armas,  convivir, compartir,  solidarizarse, ser hospitalario.  Espacio y tiempo para la creatividad artística: literatura, música, y representación matachinescas. 

                           

GRAFICO : Respuestas de los encuestados sobre los rasgos del Riosuceño.(ver otros gráficos). Contestaron la encuesta 108 estudiantes de diferentes instituciones escolares y entre los 12 y los 19 años.

       Características todas estas que no son las de la republica de la vida cotidiana donde impera la competencia individualista, los odios y la guerra, el desprecio y la indiferencia,  la discriminación y la injusticia, la tristeza y el llanto. 

          Los representantes de la Republica Carnavalera (Junta, Matachines, carnavaleros),   impulsan  y mantienen los valores carnavaleros contra todos los avatares del “modernismo”,  creando formas de inculcación de los mismos que han permitido la subsistencia del carnaval y sus características fundamentales.

          Estos valores han trascendido la Republica Carnavalera y hacen presencia en gran medida en el mundo “al derecho” del campo, en el  Riosucio cotidiano. Este aspecto puede verse ejemplificado especialmente en lo creativo: la proporción de riosuceños dedicados a la música, a la  poesía a la narrativa a la pintura es bastante alta en relación con otras zonas equivalentes de la ciudad y del campo. Así mismo, puede verse en sus rasgos de hospitalidad y amabilidad.

 

CAPITULO III 

 

3. AGENTES CARNAVALEROS  INCULCADORES DE HABITUS

          El  estudio de los diversos factores que rodean  EL CARNAVAL DE RIOSUCIO, permite establecer que existen  agentes carnavaleros  cumpliendo la función de inculcar los valores propios del carnaval que se convierten en “disposiciones durables”, y  han  sido claves en mantener la cohesión  de los riosuceños más allá de los limites geográficos del pueblo, especialmente con las cuadrillas de las colonias: Manizales, Medellín, Cali, Bogotá,…entre muchas otras como se ampliará en el aparte referente a su calidad de agente inculcador.

          La existencia de estos agentes carnavaleros, no excluye  los tradicionales como la familia, la iglesia y la escuela, que por ejemplo informa y hace talleres sobre la cultura, historia, carnaval en: “La Cátedra Riosuceña”, programa  liderado por la Alcaldía; pero ésta investigación se ha centrado en los que son propios de la República  Carnavalera, propios del contracampo.    

          Entre los  agentes  que podemos denominar  como: agentes carnavaleros inculcadores de habitus ,  resaltamos los  siguientes: los matachines,  la cuadrilla,  la barra y la caravana,  la Junta del Carnaval, el Diablo del Carnaval, las corralejas,  el pueblo carnavalero.



[1] BAJTIN Mijail, La Cultura Popular en la Edad Media y en el Renacimiento, Madrid: Alianza Editorial, 1998, Pág. 13

[2] BAJTIN Mijail , Op. Cit. Pág. 14

[3]  Idem. Pág.62

 

 
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